martes, 26 de octubre de 2010

Historias...

    

    Todos tenemos historias parecidas. Tú historia, la mía, la de tu vecino. La del Sr. que viste pasar frente a tu casa, la de la Sra. que espera el autobús a tu lado. Todas nuestras historias son iguales, por que todos como seres humanos tenemos la necesidad de amar.

    Al final del día todos nos preguntamos lo mismo: por que? Como fue que paso? Que fue lo que paso? Por que termino? No importa el tipo de relación que haya sido, si fue bonita y cuasi perfecta, si hubo peleas, gritos, mentiras y engaños, en realidad todos queremos saber lo mismo.

    No importa si eres tu el que termino o al que terminaron. Ambos se preguntan los mismo, tal vez no con el mismo objetivo, ni al mismo nivel, pero es algo que pasa en ambos bandos.

    Todas nuestras relaciones nos marcan, sin importar el papel que cumplamos en ella, si fuimos los “buenos” o los “malos” todas dejan su huella en nosotros, tal vez para enseñarte a defenderte mejor en el próximo asalto, lo importante es saber aprender de aquello que nos dejan.

    Al final el que gana no es el que supera. No es el que consigue otra pareja. No es el que parece sonreír más que tú después de sólo unos días de haberse dejado. Al final, el que gana, es el que no está compitiendo. El que gana es el que entendió por que entro a la relación que entró y por que salió como salió de ella. El que gana es el que menos espera ganar. El que supera con alguien más, arrastra toda la mierda que algún día se dejará oler.

    Después, cuando todo termina, te molestas, te enojas por creerte incapaz de olvidar. Te enojas por que te das cuenta que creaste una dependencia enfermiza a esa relación y ahora no sabes como escapar de ella, de los recuerdos, de las vivencias. O tal vez solo te enojas por que no sabes como fue que algo que te parecía tan maravilloso pudo haberse acabado por tu inmadurez. Te enojas por que piensas que te equivocaste y por que estas aprendiendo, a veces de la peor manera. Pero no deberías. No tienes por que enojarte por ser humano.

    Las respuestas a las interrogantes que nos hacemos en esos momentos en que pensamos en lo que fue mientras miramos el techo de nuestra habitación, o secamos una lagrima de nuestra mejilla mientras fumamos un cigarrillo no las se. Pero entendí que la única manera de encontrarlas es ir palpando el camino hacia ellas sin la necesidad de las manos de otro.


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